Las turbulencias, crisis y vaivenes de la vida, nos traen desasosiego, preocupación y temor. Sin embargo, la Palabra de Dios nos exhorta a no temer y a esperar en Dios. Nos enseña a confiar en sus promesas. Dios no cambia y él mismo es el garante de lo que prometió. ¡Es imposible que Dios mienta, por lo tanto lo que él dijo se cumplirá exactamente! ¿Conocemos las promesas de Dios?¿Nos amparamos con fe en ellas?
Lectura Bíblica: Mateo 24:33-35
Tema: Valores eternos e inmutables (2ª parte)
Versículo destacado: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”Mateo 24: 35
Comentario: Ayer, aprendimos que Jesús nos enseña que sus palabras no cambian, que son constantes, eternas e inmutables. En ellas, podemos encontrar seguridad, ánimo y consuelo porque las promesas de Dios se cumplirán. Nada, ni nadie podrá impedir su cumplimiento. También aprendimos que el amor de Cristo es inmutable y que el oficio de Jesús, como Salvador y Sumo Sacerdote, jamás cambiará. Aferrarnos a esta comprensión que nos da la Palabra de Dios, nos ayuda para afrontar los vaivenes, problemas y vicisitudes de nuestro mundo cambiante y, muchas veces, caótico. Hoy, agregaremos a nuestra reflexión que las promesas de Dios, también, son inmutables. El apóstol Pablo, enseñó que: “todas las promesas de Dios son en él (Cristo) Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Corintios 1:20). No tenemos aquí espacio para listar todas las promesas que son nos dan en las Sagradas Escrituras, pero lo importante – al objeto de nuestro estudio – es comprender que Dios ha prometido que todas las promesas que Él dio se cumplirán en nosotros por nuestra unión a Jesucristo. Por ejemplo, una maravillosa promesa que se registra en Efesios 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. A veces, los cristianos estamos cabizbajos porque pensamos que Dios no nos bendice, porque se nos niega o no viene a nuestra vida alguna “bendición” material que anhelamos fervientemente. Sin embargo, olvidamos la maravillosa promesa espiritual que se ha cumplido en la vida de cada hijo de Dios: ¡Dios nos ha bendecido con TODA bendición espiritual! ¡No hay nada mayor que recibir que esta bendita y preciosa promesa que ya se ha cumplido en nuestra vida! Sin embargo, lo más importante, es comprender que nuestro Señor mismo es inmutable. Nuestro Señor Jesús tiene un carácter constante y no sufre los cambios de humor de los que, habitualmente, los humanos somos presa. Hebreos 13:8 nos enseña que “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” y en el capítulo 1:12 se nos recalca sobre su persona que “tú eres el mismo, y tus años no acabarán”. ¡Por eso, podemos estar confiados! ¡De nuestro Señor, que es inmutable y eterno, emanan todas las demás inmutabilidades que hemos estado explicando! Pongamos nuestra fe en nuestro Señor y en todas las cosas que él ha hecho para nuestro bien. Esa fe, nos sostendrá en medio de las turbulencias, cambios y crisis de la vida.
¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!
En Cristo, Julio Fernández
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