Jesús llamó a sus primeros discípulos para que fuesen “pescadores de hombres”. Esto fue un gran desafío para ellos, pero tuvieron éxito aplicando algunos principios. Hoy, Cristo hace el mismo llamado a sus actuales seguidores. Ser discípulo es también ser capaz de emprender esta nueva misión ¿Qué significa, pues, ser “pescador de hombres” y cómo enfrentar este desafiante llamado?
Lectura Bíblica: Marcos 1:16-20
Versículo destacado: “Y les dijo: Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres”.
Comentario: Para su grupo más íntimo y cercano de discípulos, Jesús eligió a pescadores del Mar de Galilea. No eran personas muy cultas o doctores de la religión, sino rudos trabajadores del mar. Jesús, convertiría a estas personas, en hábiles “pescadores de hombres”. Como pescadores, los nuevos discípulos, ya habían adquirido actitudes que les serían muy útiles en la nueva misión que Cristo les estaba encomendando. Para hacer de las personas hijos del Reino de los Cielos, ellos deberían utilizar mucha de la experiencia que habían adquirido por sus años en el mar.
Un pescador, por su mismo trabajo, va adquiriendo algunas cualidades muy útiles: paciencia, trabajo duro, perseverancia, destreza, análisis de las situaciones, adaptabilidad, ingenio, por solo mencionar algunas. Ahora, el desafío que Jesús ponía ante los apóstoles, demandaba que ellos aplicaran, a su nueva misión espiritual, todo este aprendizaje previo que habían tenido.
Tanto para los apóstoles, como para nosotros, ser pescador de hombres no es una tarea fácil. Llevar el evangelio de Cristo a otros demanda tesón, dedicación, sacrificio, tiempo y mucho esfuerzo y oración. Pero, quisiéramos hacer un énfasis especial en 3 características especiales que tuvieron los primeros discípulos y que, también, debemos cultivar nosotros si hemos de ser pescadores de hombres efectivos.
Primero, ser pescadores de hombres demanda mucha delicadeza y sabiduría. Debemos tener tacto, prudencia y saber esperar el tiempo justo para «pescar». Para compartir el mensaje de Dios con otros. Necesitamos la sabiduría celestial para poder expresar el evangelio en una manera amena, respetuosa y eficaz. En Mateo 10:16, Jesús nos enseñó cómo debemos movernos entre los hombres: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Debemos buscar, en oración, el tiempo justo, la manera propicia para llegar a las personas con sencillez, humildad y claridad. Necesitamos usar “la carnada” que atraiga al pez y que le guste. Es decir, debemos tener la actitud de poder hablar a las personas en su “mismo idioma”, en la forma y en el lenguaje que entiendan. En Proverbios 11:30, Dios nos da una promesa: “El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio”. Podemos estar seguros que, Dios, bendecirá nuestros esfuerzos por llevar sus palabras a otros. Pues él considera de sabios querer “ganar almas” y nos ayudará a dar “frutos” como “árbol de vida”.
Otra importante característica de un pescador, que remarcaremos aquí, es la perseverancia. Un buen pescador, nunca debe desanimarse. Podrá cambiar de lugar, podrá cambiar de carnada, podrá cambiar de anzuelo o de redes; pero nunca debe desfallecer. Debe seguir insistiendo, momento a momento, esperanzado que la gran pesca va llegar. Nunca se sabe cuándo habrá buen pique, pero lo que importa es no abandonar. Hay que volver a intentarlo una y otra vez. Así, también, debemos ser los “pescadores de hombres”, tal lo fueron nuestros primeros padres en la fe. Cuando ellos llevaban el evangelio a un lugar, insistían con su mensaje, buscaban a las personas receptivas y cuando ya no había más fruto; se trasladaban al siguiente lugar para echar las redes del mensaje glorioso en otro sitio.
Como cristianos, otra cosa en la que debemos perseverar es en guardar el mensaje y las formas con que llevamos el Evangelio. Siempre debemos tener cuidado de nosotros mismos, de nuestro trabajo y de nuestra doctrina. Debemos cuidar de hacer las cosas a la manera y con los modos de Dios. No debemos desmayar en hacer el bien, pero siempre debemos hacerlo de la manera correcta. San Pablo enseñó en 1 Timoteo 4:1: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”. Por esto, para ser buenos pescadores, debemos ser personas estudiosas de la Palabra de Dios, reflexivas, espirituales y respetuosas. Debemos prepararnos espiritual e intelectualmente con cuidado para llevar el mensaje de la buena noticia de Jesucristo. Recordemos que, este bendito mensaje, puede traer – a todo ser humano – la salvación eterna.
Un último punto que quisiéramos resaltar: un buen pescador debe tener conciencia de los peligros a su alrededor. Debe ser valiente, pero prudente. Trabajador, pero no intrépido o indebidamente arriesgado. Quienes trabajan en el mar, lo respetan. Conocen sus propios límites y conocen los peligros de la navegación. Jesús también alertó a sus pescadores a ser cautos y estar preparados para las tempestades que pudieran arreciar contra ellos. Leamos otra vez, Mateo 10:16 y agreguemos el versículo 17: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas. Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán…”. Jesús nunca dijo que los pescadores de hombres viajaríamos en un crucero de lujo disfrutando de un mar tranquilo y paradisíaco. Por el contrario, el Señor nos advirtió del peligro que corren quienes trabajan en su obra. No sería fácil, habría desilusión, fracaso, agobio, sacrificio, soledad, oposición y, como corolario de todo esto, también feroz persecución. Pero no debemos amedrentarnos. Jesús prometió que estaría con nosotros, sus pescadores, todos los días (¡cada día!) hasta el fin del mundo. ¡Podemos estar confiados que así será y que nuestro Señor bendecirá los esfuerzos que hagamos para esparcir las redes de la buena noticia de salvación entre toda criatura!
¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!
En Cristo, Julio Fernández
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