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Lectura Bíblica: 1 Crónicas 16

Versículo destacado: Dad gracias al SEÑOR, porque Él es bueno; porque para siempre es su misericordia” (1 Crónicas 16:34, La Biblia de las Américas).

Tema: La gratitud al Dios bueno

Comentario: Después que el Arca del Pacto fue traída a Jerusalén y puesta en la tienda especial que se había construido para ella, el rey David comenzó a adorar a Dios con gran júbilo. Elevando un salmo al cielo expresó: Dad gracias al SEÑOR, porque Él es bueno; porque para siempre es su misericordia” (1 Crónicas 16:34, La Biblia de las Américas). David conocía al Dios Eterno, al Creador, y esto lo impulsaba a la adoración, a la alabanza y a dar gracias al Señor con entusiasta devoción. David reconocía que el Dios Altísimo, era su dueño, su amo, su Señor y también reconocía que su Dios era un ser personal digno de todo honor y gratitud. Los siervos de Dios siempre debemos estar conscientes de la grandeza del Altísimo. Este conocimiento debe llenarnos de asombro y sobrecogimiento ante la superioridad del Ser al que estamos adorando. Pero este reconocimiento también debe llevarnos a expresar una sincera y profunda gratitud. Ese ser Majestuoso que es Dios, también es nuestro Padre. Un Padre amoroso que nos ama y se ocupa de nosotros. David expresa, en este salmo, al menos dos motivos por los que agradece a Dios y por los que se llena de alegría y júbilo. Primero, Dios es bueno. El verdadero Dios, nuestro Señor, no es como los dioses de los otros pueblos. No es un ser hecho a imagen y semejanza del hombre. No es cruel, ni despiadado, ni vengativo. Dios es verdaderamente bueno. Con una benignidad sin ninguna mancha. Dios es bueno plena y completamente, ¡con la benignidad más excelsa y pura! No hay ser más bueno que Dios, porque su benignidad nace de su esencia que es puro amor. El segundo motivo por el que David agradece es porque la misericordia de Dios es para siempre. Nuestro Dios no desea hacer leña del árbol caído. Dios no envío a su Hijo al mundo para aplaudir a los que bien hacen, ni para condenar a todos los demás. Él lo envío para dar vida a toda la raza humana muerta espiritualmente en pecado. Lo envío para sanar a los enfermos, para vendar la caña cascada (las personas destrozadas que ya no tienen fuerzas para mantenerse erguidas) y para reavivar el pábilo que humea (es decir, a las personas que ya no tienen casi más ánimo y que están agotándose). Esto es lo que ya había sido profetizado por el profeta Isaías – sobre el ministerio del Señor Jesucristo –  cuando dijo: “…. La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará…” (Isaías 42:1-3; Mateo 12:20) Nuestro Dios es un Padre que dispensa perdón, que busca al caído, que ofrece gracia renovadora todos los días. Dios busca al perdido, levanta al cansado, fortaleza al abatido; porque Dios es amor y porque Dios es bueno. Y, Dios expresa ese amor y esa benignidad a seres imperfectos y caídos como nosotros. Demos – hoy y siempre – gracias y honra a nuestro Dios, porque ¡Él verdaderamente es bueno y misericordioso por siempre y, lo es, para con todos!

¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre sus vida!

En Cristo,  Julio Fernández