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Lectura: Juan 10:1-9

Versículo destacadoYo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. Juan 10:9 

Tema:Jesucristo, única puerta y camino a Dios.

Comentario: En nuestro mundo pluralista de hoy, solemos escuchar que “todos los caminos conducen a Roma” y “todas las religiones conducen al mismo Dios”. Pero, simplemente, esto no es verdad. Respetar a los demás no implica aceptar cualquier idea como válida. Tampoco implica que vamos a dañar o hacer a menos a nadie por no compartir sus ideas o creencias. ¡No! El camino de Cristo es un camino de respeto y amor por la dignidad de todos los seres humanos y el cristiano jamás debe ser un perseguidor o condenador de nadie. Dios no llamó a sus hijos para arrojar piedras a los demás, sino para orar y trabajar por ellos. Sin embargo, esto no implica que hemos de aceptar premisas o ideas que diluyen el evangelio. El mensaje del evangelio si bien es inclusivo porque ofrece la salvación gratuita para todas las personas, también es exclusivo. Exclusivo, porque desecha por completo la multiplicidad de caminos humanos que se nos presentan como opciones válidas para llegar a Dios.  El Nuevo Testamento deja muy en claro que la multiplicidad de religiones y filosofías humanasno tienen ningún valor para la salvación del hombre. Sencillamente, son puertas que no conducen a Dios. En Juan 10:9, Jesús es contundente. Él dice que sólo hay una puerta por la que se puede llegar a la vida eterna y esa puerta es Él mismo. Esto excluye todas las demás posibilidades. Todo se reduce a qué hacemos con la persona y el mensaje de Jesucristo. Creemos y confiamos en él o no. ¡Esto es vital porque define nuestra condición eterna! Creer y confiar en Cristo significa pasar por la puerta de Dios a la salvación y la vida eterna. Entrar por otra puerta, es encontrar una sala oscura donde sólo hay condenación y muerte más allá de lo respetable que parezca dicha puerta o lo hermoso que esté adornada. Entrar por la puerta de Cristo es encontrar verdes pastos en las praderas de la vida abundante y el descanso de la paz de Dios. Entrar por la puerta equivocada es caer en un precipicio oscuro que nos hunde en la separación eterna de nuestro Creador. “El que tiene a Cristo tiene la vida, el que no tiene a Cristo no tiene la vida” (1 Juan 5:12). El mensaje es claro, sencillo y contundente. Se acepta o se rechaza, pero es imposible hacerlo compatible con las ideas pluralista que comentábamos al principio. ¡No! Definitivamente, no todos los caminos y todas las puertas conducen a Dios ¡Solo hay una y esa es nuestro Señor Jesucristo! Los autores del Nuevo Testamento no dejaron lugar a dudas sobre este mensaje. Aún bajo amenaza de muerte los apóstoles esparcieron este evangelio. En Hechos 4:12, por ejemplo, el apóstol Pedro, lleno del Espíritu Santo, declaró sobre Jesús: Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Pedro se estaba jugando la vida y si todos los caminos conducen a Dios seguramente este era el momento de conciliar con los líderes religiosos de su tiempo. Pero él no lo hizo, no diluyó el evangelio. No busco quedar bien con los hombres a costa de sacrificar la verdad. Él prefería que fuera sacrificada su vida, antes que diluir el mensaje que había recibido de Dios y de Cristo, su Maestro. Pablo, el otro gran apóstol de la fe, tuvo un mensaje idéntico al de Pedro. En 1 Timoteo 2:5, escribió: porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”Pablo tampoco estuvo dispuesto a entrar en componendas para salvar el pellejo o para asegurarse un buen pasar o para mantener el estatus o el prestigio social. Él estuvo dispuesto a perderlo todo y a tenerlo todo por basura con tal de exaltar a Cristo y mantenerse en su verdad (Filipenses 3:8). ¿Eran los apóstoles fanáticos? ¿Eran religiosos conservadores que no les importaban para nada los demás? ¡No, en lo absoluto! Ellos habían sido cautivados por su relación con el Cristo vivo a quien habían visto resucitado de los muertos. Ellos eran testigos de la verdad y estaban absortos por la magnificencia de Cristo. Esto los impulsaba a proclamar el evangelio con claridad y contundencia, pero no imponiéndolo a los demás ni obligándolos a la fuerza. Jamás fueron motivados por el odio ni usaron la espada. Jamás impusieron sus ideas por la violencia ni sometieron a nadie. Por el contrario, fueron hombres buenos, serviciales, amables, respetuosos y sacrificados por el bien de la gente. Pero no eran aduladores, ni endulzaban la verdad. Hablaban claro, hablaban simple aunque el mensaje no fuera popular y hasta sonara ofensivo. Pero el asunto era y es serio y urgía hacerlo entender. Por eso, hablaron en amor explicando a la gente acerca del único camino y la única verdad que podía llevar a todos de vuelta a Dios. Jesús mismo había sido totalmente claro  y enfático. Él había dicho: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:6). Esto fue, precisamente, lo que enseñaron fielmente todos los apóstoles y  fue el mensaje que quedó registrado en el Nuevo Testamento. Ellos explicaron, claramente también, que ya no necesitamos hacer sacrificios religiosos de ninguna índole como proclaman todas las religiones. Algunas, proponen sacrificios rituales; otras sacrificios corporales. Aún otras, proponen el desarrollo de obras meritorias de la aprobación divina.  En esto también es diferente el evangelio. Nuestro evangelio, el evangelio bíblico, no es un mensaje de salvación por sacrificios o buenas obras. Para los cristianos, Jesucristo es nuestro sacrificio (Hebreos 10:12). Su sacrificio, hecho una vez y para siempre, ganó la salvación y la vida eterna para toda la humidad. ¡Ya no hay ningún sacrificio que podamos hacer los hombres para ganarnos el favor de Dios! Proclamar que aún hay algo que se pueda hacer para ganar la aceptación de Dios es una afrenta a nuestro Señor Jesucristo. Hoy, como cristianos, podemos descansar y gozarnos en SU obra. ¡Esta es la buena noticia del Evangelio! ¡En Jesucristo está concentrado todo el mensaje y  la verdad de Dios! ¡Teniéndolo a él, lo tenemos todo, porque él es la única puerta que nos lleva a Dios!

¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!

En Cristo,  Julio Fernández