Lectura: 2 Corintios 12:1-13
Versículo destacado: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9)
Tema: El cincel de Dios
Comentario: Cuánto deseamos tener salud y cuánto nos preocupamos cuando la perdemos. Cuánto deseamos tener un buen pasar económico y cuánto nos frustramos cuándo no llegamos a fin de mes. Cuánto deseamos una vida familiar plena y cuánto nos “bajoneamos” cuándo los conflictos arrecian. Cuánto deseamos ver a nuestros seres queridos felices y cuánto nos entristecemos cuándo los vemos mal. Cuánto deseamos que todo “vaya sobre ruedas” y cuánto nos “desinflamos” cuándo sentimos que perdimos el rumbo. Pensamos que si uno está con Dios, si uno es un hijo suyo, todo debería ser algo así como un paraíso de rosas. Deberíamos rebosar de prosperidad y bendiciones en todo. Entonces, cuando la realidad nos golpea tendemos a pensar que Dios nos ha abandonado, o tal vez que ya no nos quiere, o que se olvidó de nosotros o, peor aún, pensamos que nos está castigando por alguno de nuestros pecados. Y, después de todo, si él nos abandona… ¿Quién podría darnos una mano y ayudarnos? ¡Sólo queda duda, tristeza y frustración! Si pensamos que Dios ya no nos ama, tendemos a sentir una soledad tenebrosa y abrumadora. Pero el gran problema es que entendemos mal el plan de Dios. La verdad, la verdad que jamás debemos olvidar es que ¡Dios nos ama incondicionalmente más allá de cualquier situación o circunstancia que nos toque pasar en la vida! ¡No olvidemos esto jamás! Es mentira que a los “mejores” cristianos no les pasa nada y sólo reciben prosperidad y bendiciones. A veces, es, precisamente, lo contrario. Así que cuidado con esas ideas. Claro que Dios, como un Padre, puede disciplinarnos para que aprendamos las consecuencias del pecado y de la desobediencia a su voluntad. Pero Dios es un Padre amoroso, no un verdugo cruel. El gran apóstol Pablo sufría y sufría mucho. Su vida no fue fácil y estuvo salpicada de interminables problemas. Pero ¿quién se atrevería a juzgar su fe y su valor en el plan de Dios? ¿Quién se atrevería a juzgar que Cristo mismo lo había elegido y que dirigía sus pasos y su vida? Sin embargo, a pesar de que Pablo clamó a Dios para que se mitigara su dolor, la respuesta del Señor fue: “bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Jesús tenía un propósito para la situación y el dolor de Pablo. ¡El apóstol estaba siendo perfeccionado, madurado, puesto a punto a través de su aflicción! El sufrimiento y el dolor actuaban como un cincel en las manos de Dios para desarrollar y moldear el carácter de Pablo a la imagen del mismo Cristo. ¡Dios actúa en nuestra debilidad! ¡Dios actúa en nuestro dolor! ¡Dios actúa a través de nuestro sufrimiento! Por eso, Pablo termina animándose a sí mismo con las siguientes palabras: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9). ¡Cuándo nosotros somos débiles, Jesucristo es fuerte en nosotros! ¡Su poder se magnifica y su gloria es exaltada en nuestras vidas! ¡Queda en evidencia que él estaba en medio de todo y que realmente su siervo, era un esclavo y representante suyo! ¡Qué también nosotros aprendamos a gloriarnos en nuestro Señor en todas nuestras penas, dolores y debilidades sin jamás bajar los brazos!
¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!
En Cristo, Julio Fernández
0 Comments