Lectura: Mateo 25: 31-46
Versículo destacado: “Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40)
Tema: Cristianismo práctico
Comentario: El cristianismo no es una religión teórica o una filosofía intelectual. El cristianismo es un camino de vida, el camino de la imitación de Cristo. Ser cristiano es creer y practicar. Si bien nuestra fe tiene un componente dogmático y teórico que debemos esforzarnos por conocer y aprender, eso no es todo. Si conociéramos todas las doctrinas y enseñanzas de la Biblia y si aún pudiéramos explicar la Biblia en toda su magnitud, todavía nos faltaría algo esencial: practicar el espíritu de amor y compasión del cristianismo que aprendemos en sus páginas. A lo largo de la historia, ese amor y misericordia característica del cristianismo ha ido transformando el mundo. Los hospitales, leprosarios, organizaciones humanitarias, asilos de niños y ancianos siempre han contado con el trabajo de abnegados cristianos que han querido extender una mano al prójimo. En el pasaje de hoy, el mismo Jesús deja bien en claro que la esencia de su mensaje pasa por la práctica y no sólo por la teoría. En Mateo 25, Jesús no dice que seremos salvos por nuestras buenas obras, pero explica que las obras son los frutos de la fe que muestran donde está nuestro corazón. Un corazón lleno de la gracia de Dios siempre dará frutos de amor y compasión por los demás. Jesús enseña que debemos estar atentos a las necesidades del otro. Debemos prestar atención para ver si nuestro prójimo carece de algo esencial y nos enseña que no debemos ser espectadores indiferentes de esas situaciones. Debemos actuar con rapidez para suplir esas necesidades que estén aquejando a las personas a nuestro alrededor. ¿A alguien le falta comida, agua potable o ropa? ¿Alguien está enfermo, solo o en una situación difícil? ¿Está encerrado atrapado en la tristeza y la depresión? El señor Jesús desea que no seamos indiferentes. Desea que paremos la marcha ajetreada de nuestra vida y, pensando en cómo ayudar, nos comprometamos para cubrir el sufrimiento de ese otro, de esa persona que alrededor nuestro pueda estar padeciendo. A ese otro, debemos aprender a verlo como un hermano más allá de si comparta nuestra fe o no. De nada vale, cuando vemos necesidades físicas concretas, darle una palmadita al necesitado y decirle: “¡Dios te bendiga! Voy a orar por vos” y dejarlo ir con las manos vacías. Claro, la oración es poderosa y es un bien espiritual que no debemos negar, pero tal como explicó Santiago: “si alguien no tiene ropa ni comida, de nada le sirve que tú le digas ´que te vaya bien, abrígate y come hasta que te llenes´, si no le das lo que necesita para abrigarse y comer bien” (Santiago 2: 15-16, Traducción el Lenguaje Actual). Recordemos que a Jesús le molesta la actitud de los “cabritos” (los indiferentes, egoístas y rebeldes). Él quiere que seamos sus dóciles “ovejas” capaces de caminar y cuidar con amor a cada persona por muy “pequeña” que esta pueda parecer. Dios no hace acepción de personas y él desea que estemos comprometidos en ayudar en forma práctica y concreta a los demás. ¡Qué Dios abra nuestros ojos y nuestro corazón a la necesidad ajena! ¡Qué Dios nos dé ánimo y compromiso para ayudar con amor y compasión a todos los que el Señor ponga en nuestro camino! ¡Qué lo hagamos sin cámaras ni fotos, sino sólo buscando el bien del otro y la sonrisa de Cristo!
¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!
En Cristo, Julio Fernández
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