El Dios Altísimo es un ser justo que habita en una santidad y gloria inalcanzable. Muchos ven al Creador como un ser enojado con sus criaturas caídas y pecadoras. ¿Hay esperanza para el ser humano? ¿Es Dios un ser duro, cruel y vengativo ansioso por destruir al hombre? ¿Qué hay en el corazón del Creador hacia la humanidad? ¿Está esperando Dios el día de ejecutar venganza contra nosotros? ¿Tenemos alguna chance de relacionarnos personalmente con este Dios Santo y justo? ¿Quita Dios su aceptación ante nuestros fallos y rebeliones? ¿Hay alguna esperanza para nosotros? Conocer quién es el Dios revelado en la Biblia nos ayudará a encontrar respuestas a todos estos interrogantes…
Lectura Bíblica: Nehemías 9:17-33
Tema: Cómo es Dios
Versículo destacado: “…tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste” Nehemías 9:17
Comentario: La oración que se registra en nuestro pasaje de hoy nos enseña varias cosas acerca de nuestro Dios. El pueblo de Israel había extraviado totalmente su camino y, su historia, mostraba una trayectoria de pecado y rebelión hacia Dios. Sin embargo, en la oración de los líderes, vemos que ellos aún tenían conciencia de cómo era el Dios de Israel.
En Nehemías 9:17, los levitas claman al cielo: “No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste”. El pecado había sido grave, el comportamiento del pueblo obstinado y rebelde; pero ellos conocían al Dios que es perdonador y, en esto, encontraban su esperanza de hallar misericordia y clemencia bajo sus alas. ¡Sí, nuestro Dios es un Dios perdonador que no desprecia al alma abatida y humillada que busca piedad a su amparo!
El Dios Altísimo no es duro, cruel, vengativo o maligno. El Creador es – por el contrario – un ser completamente distinto a todas las deidades inventadas por los hombres. Nuestro Dios es un Dios justo, recto, éticamente excelso, pero – por naturaleza – es absolutamente clemente y misericordioso. Es un Dios lleno de gracia y de bondad. En el versículo 31, leemos: “Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso”. Aun cuando la nación de Israel merecía el castigo y la muerte, Dios no les retribuyo con lo que merecían. El Creador fue paciente y, cuando su pueblo se humilló ante él, no respondió con reproches o castigos; sino con amor, misericordia y clemencia. ¡Nuestro Señor levanta al caído porque es grande en misericordia y piedad!
El fluir de la oración nos lleva al versículo 24, donde Dios nos es presentado como un Dios victorioso. Leamos: “Y los hijos vinieron y poseyeron la tierra, y humillaste delante de ellos a los moradores del país, a los cananeos, los cuales entregaste en su mano, y a sus reyes, y a los pueblos de la tierra, para que hiciesen de ellos como quisieran”. Nuestro Dios bueno y misericordioso, no sólo es quien nos perdona, nos tiene clemencia y piedad. Dios también es el que nos ha bendecido, nos cuida y ha ganado para nosotros incontables batallas. ¡Él es quién lucha por nosotros! Pero, a veces, como también le sucedió a Israel olvidamos esto. Por algún motivo, llegamos a creer que nuestras victorias son sólo nuestras y nuestros logros los hemos ganado con nuestra fuerza. Sin embargo, no debiéramos pensar así, de esta manera vana y engreída. ¡Dios es quién está detrás del telón! ¡Él es quién nos da fuerza, nos sostiene y, finalmente, gana nuestras batallas y vence a nuestros enemigos!
Nuestro Dios es fiel y sustentador. Él es quién hace llover sobre los justos e injustos y, quién, a pesar de nuestras rebeliones, nos sigue amando, sustentando y esperando. ¡Cuánta paciencia, cuánta fidelidad! El versículo 25, nos recuerda estas facetas de Dios cuando dice: “Y tomaron ciudades fortificadas y tierra fértil, y heredaron casas llenas de todo bien, cisternas hechas, viñas y olivares, y muchos árboles frutales; comieron, se saciaron, y se deleitaron en tu gran bondad”.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que, en Dios, se conjugan el más tierno y puro amor y el más excelso y temible poder. Por eso, también debemos prestar atención a Dios como el más grande y todopoderoso soberano del Universo. El versículo 32, enfatiza esto: “Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, fuerte, temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenido en poco delante de ti todo el sufrimiento que ha alcanzado a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta este día”. El conocer a Dios como un ser fiel, bueno, perdonador, clemente y misericordioso nos debe llenar de gratitud. Nunca debemos tomarlo a menos por esto o rebajar la importancia de sus leyes, voluntad y mandatos; porque, el mismo Dios, también es “fuego consumidor” y grande, fuerte y temible en poder y majestad. ¡¿Quién podrá mantenerse en pie el día de su ira?!
En el mismo sentido, también debemos recordar que nuestro Dios es un Dios justo, recto. Es un Dios que no tranza con el mal o la corrupción. Lo que él determina que es bueno, es bueno y lo que él determina que es malo, lo es. No hay apelación a sus decisiones o a sus decretos. Él es la fuente de la ley y del derecho. Él, también, es el juez que juzga y determina sentencia. Sus decretos y decisiones son inapelables. ¡Sus sentencias inevitables! Nuestro Dios es justo. Es la fuente de toda justicia, equidad y rectitud. Tal como expresa el versículo 33: “Pero tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros; porque rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo”.
¡Tomemos en serio la Palabra de Dios! Sigamos los caminos del Dios justo y poderoso. Él nos habla y dirige con verdad y justicia por sendas rectas de luz. ¡Confiemos en nuestro Dios! Porque, más allá de su infinita majestad, él no es un Dios distante ni lejano. Es un Dios lleno de amor, misericordia, lealtad, perdón y gracia…. ¡Cómo no servir con alegría y dedicación a un Dios así!
¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!
En Cristo, Julio Fernández
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