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Lectura: Colosenses 3: 5 -7

Versículo destacado: “Haced, pues, morir lo terrenal en vosotros…” Colosenses 3:5

Tema: Acciones y actitudes que deben morir en nuestras vidas (2da parte)

Comentario: Ayer, analizamos dos pecados (la fornicación y la impureza) que tienen que ver con acciones externas. Ahora, nos enfocaremos en los últimos tres pecados de la lista que van a describir actitudes, es decir, fuerzas internas que carcomen desde adentro.

El tercer pecado que debemos hacer morir, según el texto de San Pablo, son “las pasiones desordenadas” que se refiere a todo deseo incontrolable hacia lo malo o inmoral. Como dijimos, esta es una fuerte actitud interna y significa un intenso deseo erótico o pasión sexual. Este mismo pecado es condenado en otras partes del Nuevo Testamento como “pasiones vergonzosas” (Romanos 1:26) y “pasión de conscupicencia” (1 Tesalonicenses 4:5).

El cuarto pecado que debemos combatir y que también es una fuerte sensación interna son los “malos deseos” que tienen que ver con desear intensamente algo prohibido. Comúnmente, este vocablo se traduce al castellano como “concuspicencia” y es condenado a lo largo del Nuevo Testamento (1 Pedro 4:3; 2 Pedro 1:4; Tito 3:3; 2 Timoteo 3:6).

El quinto y último pecado que se condena en estos versículos es la “avaricia”. Este pecado tiene que ver con “un deseo insaciable de tener más”. En otros pasajes se traduce como “codicia” y es ampliamente condenado (Efesios 5:3; 2 Pedro 2:3; 2:14). Esta codicia o avaricia es un deseo tan fuerte que llega a obnubilar a la persona y la lleva a tener como propósito en la vida el acumular insaciablemente dinero y bienes materiales. Así, este pecado termina convirtiéndose en idolatría porque postra al hombre ante las riquezas y los bienes materiales por amor a los cuales termina convirtiéndose en su esclavo.

Luego de listar estos cinco pecados que analizamos, Pablo nos explica por qué debemos hacerlos morir en nuestras vidas. Deben morir porque, si no mueren, nosotros mismos nos condenamos al borde del abismo. El apóstol declara que precisamente por estas cosas, “la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia”. Dios es un Dios de amor, pero también es un Dios de justicia. Él desea que nos arrepintamos y que vivamos de acuerdo a la naturaleza resucitada que recibimos por nuestra unión con Cristo. El redundar en una vida de pecado, trae consecuencias inmediatas. No sólo las futuras del juicio de Dios. Por ejemplo, practicar la inmoralidad puede llevar al contagio de terribles enfermedades dolorosas y hasta mortales. El extravío moral que excede los límites establecidos por Dios en su Palabra lleva en sí castigo.

¡Reflexionemos en cuánto dolor y tragedias han traído los embarazos indeseados frutos de la promiscuidad o la debilidad para obedecer la ley de Cristo! Pablo dice que estas eran cosas “en las cuales anduvisteis en otro tiempo cuando vivías en ellas”, pero que no deberían existir cuando la persona ha venido a la nueva vida en Cristo.

¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!

En Cristo, Julio Fernández