Lectura Bíblica: Colosenses 3:1-4
Versículo destacado: “Poned la mira en las cosas de arriba…” Colosenses 3:2
Tema: Agradando a Dios con nuestra vida
Comentario: En los primeros dos capítulos de su carta a los colosenses, el apóstol Pablo ha desarrollado importantes temas teológicos explicando la supremacía de Cristo como cabeza del Universo y de la Iglesia y desenmascarando los peligros de las enseñanzas de los enemigos del evangelio.
A partir del capítulo tres, el tono de la carta se vuelve eminentemente práctico. El apóstol da un mandato a sus hermanos colosenses y les explica qué significa, en la vida diaria y concreta, llevarlo a la práctica. Ese importante mandato, podemos leerlo en el versículo 2: “poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”.
Recordemos que todos estos mandatos de los apóstoles esparcidos en el Nuevo Testamento forman parte de la Ley de Cristo y rigen hoy para todos los cristianos. Son parte de los mandamientos del Nuevo Pacto que los creyentes debemos obedecer. Pablo da esa exhortación sobre la base de lo que ha ocurrido en la vida del cristiano. En el versículo uno había dicho que el creyente “ha resucitado con Cristo” al momento de nacer de nuevo. En Colosenses 2:20, Pablo también había dicho que el creyente murió con Jesús el día que se entregó a él. Por lo tanto, los hijos de Dios – espiritualmente hablando – ya no son parte de este mundo gobernado por las entidades del mal, sino que viven en una nueva esfera y realidad espiritual. Han sido trasladados al reino de luz del Señor Jesucristo, porque han sido resucitados a una vida nueva. Por eso, Pablo nos exhorta a colocar fija nuestra mirada en nuestra verdadera patria, el Reino Celestial. Debido a que hemos muerto al mundo crucificados con Cristo, ya no debemos atarnos a tradiciones, modas, valores o deseos de esta vida material. Los ojos de nuestra mente y nuestro corazón deben fijarse en las cosas que importan para Dios. Nuestros principios, valores y metas deben basarse en nuestra contemplación y consideración de las realidades eternas. La exhortación paulina es a no dejar que nuestros ojos vaguen distraídos y entretenidos con nuestra realidad cotidiana que tiene que ver sólo con nuestra vida en esta Tierra. Más bien, basándonos en el conocimiento que vamos adquiriendo de la Palabra de Dios, nuestro objetivo debe ser enfocarnos en vivir una vida a la manera de Cristo y con las prioridades reveladas por Dios.
Pablo quiere que afrontemos la vida de una forma que agrade a Dios. Por esto, él escribió lo suficiente en su epístola a los colosenses para explicarnos la verdad del Evangelio. Todo lo que creamos o pensemos tendrá repercusión en nuestra vida práctica. De ahí, que sea importante cómo estamos nutriendo nuestros pensamientos. Si sólo vivimos atentos a las cosas del mundo, nuestra vida dará los frutos consecuentes con esa manera de encarar la vida. Por el contrario, si nuestro espíritu se eleva hacia las alturas centrándose en el mensaje de Dios, los frutos de justicia que agradan al Padre también se harán manifiestos en la vida práctica. Al respecto, el autor Harold S. Songer escribió: “El verdadero campo de batalla para la lealtad de los hombres está en sus mentes. El poner un pensamiento en la mente de una persona es probable que resulte de una influencia en su conducta”.
El versículo cuatro cierra está sección con una importante promesa: “cuando Cristo, vuestra vida se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. Desde el día que entregamos nuestra vida a Cristo y nacimos de nuevo, nuestra unión con Cristo es indestructible, es eterna. Así, como fuimos unidos a él en su muerte, resurrección y ascensión, acontecimientos que ocurrieron en el pasado; también estamos unidos a él en el presente y lo estaremos en el futuro.
Hoy, disfrutamos estar sentados con Cristo en los lugares celestiales. Pero, la vida que disfrutamos los cristianos es una vida abundante y eterna. Aún, en la eternidad futura, nos encontraremos unidos estrechamente a Jesucristo. Por eso, Pablo nos promete que en el próximo y extraordinario evento de la Segunda Venida de Jesús a la Tierra también estaremos presentes. ¡Cuándo Jesús se manifieste al mundo como Rey de Reyes y Señor de Señores ahí estaremos sus hijos presentes con él! ¡Ese será un día glorioso! Ya sea que estemos vivos o que estemos muertos nuestras vidas serán transformadas a la imagen del Hijo de Dios y nuestros cuerpos serán glorificados para compartir una eternidad de gozo y paz con Dios y con su pueblo redimido en la sangre del Cordero. ¡Vivamos agrandando a Dios alentados por esta bienaventurada y esperanzadora promesa!
¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!
En Cristo, Julio Fernández
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