Lectura: Colosenses 3:9-10
Versículo destacado: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre… y revestido del nuevo…” Colosenses 3: 9 – 10
Tema: La importancia de dejar la mentira, el viejo hombre y revestirnos de Cristo.
Comentario: En el versículo 9, Pablo da un nuevo imperativo en este pasaje. Ya le había pedido a los creyentes que “maten” ciertas obras de la carne (versículo 5), luego había agregado que “dejen” o se “desvistan” (versículo 8) de varios pecados. Ahora agrega un tercer mandamiento con el mismo tono enfático. Pablo pide: “Cesad de mentiros unos a otros”. También podríamos traducir la frase como: “no permanezcáis en el hábito de mentiros unos a otros”.
Es interesante notar que el apóstol podría haber incluido el pecado de la mentiradentro de los listados expresados en los versículos anteriores, pero prefirió apartarlo fuera de esas listas para exaltar su gravedad. ¡El cristiano no debe mentir ni engañar a otros en ninguna forma! En la vida cristiana, la verdad, la sinceridad y la honestidad son fundamentales. Son la base de las relaciones humanas y, es por eso que, Pablo, resalta la importancia evitar toda mentira y engaño.
Los cristianos ya se han quitado “la vieja naturaleza pecaminosa y todos sus actos perversos” por eso deben escapar de la mentira y de todas las actitudes y acciones condenadas en el capítulo 3 de esta epístola. El creyente debe desvestirse de los ropajes harapientos del pecado y debe vestirse de la nueva vestimenta limpia y atractiva que ha recibido por su unión con Cristo. Esa nueva vestimenta, o nuevo hombre, es estar revestido del mismísimo Señor Jesucristo al estar unido a él por la fe. Representa, también, la nueva capacidad que el creyente tiene para poder agradar a Dios en base a esa nueva naturaleza que ha recibido en Jesucristo. El Espíritu Santo opera, precisamente, en esa nueva naturaleza del cristiano y lo hace ir creciendo a la semejanza del carácter de Cristo.
El propósito que tiene nuestro Padre Celestial para nosotros, sus siervos, es hacernos a la imagen de su amado Hijo, Jesucristo (Romanos 8:29; Efesios 4:13; 1 Juan 3:3). Este proceso comienza el día que cualquier pecador se arrepiente de sus caminos y recibe a Jesús como Salvador y Señor personal. En ese momento, el creyente es transformado en una nueva criatura por el nuevo nacimiento espiritual (1 Corintios 5:17). Termina, cuando – en la segunda venida de Cristo – el discípulo es glorificado para estar siempre con nuestro Señor en Su gloria eterna.
¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!
En Cristo, Julio Fernández
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