Lectura Bíblica: Colosenses 3: 11
Versículo destacado: “…Cristo es el todo, y en todos” Colosenses 3: 11
Tema: En Cristo quedan superadas las divisiones entre los hombres
Comentario: En el versículo 11, Pablo describe la nueva comunidad compuesta por los hombres nacidos de nuevo. Esa comunidad es un lugar “donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre…”. Cuando un pecador es hecho una nueva criatura por la gracia de Dios es unido inmediatamente por el Espíritu Santo al Cuerpo de Cristo, la Iglesia. La iglesia es la comunidad de los redimidos y, en esta comunidad, todas las barreras que separan a los seres humanos han sido derribadas. ¡Así es la nueva sociedad de hermanos formada por Dios! En Cristo, todos los hombres somos iguales, todos estamos a un mismo nivel y todos hemos sido hechos nuevas personas. Antes, estábamos en Adán condenados, sin esperanza y sin Dios en el mundo; pero ahora, unidos a Cristo, el segundo Adán, fuimos – no sólo salvados – sino recreados en la justicia y santidad de la verdad. Por eso, Pablo explica que ya no pertenecemos a ningún partido o facción humana.
En Cristo, desaparece todo tipo de división. Ya no hay “griegos”, es decir, ya no hay gente que no sea judía. Pero tampoco hay “judíos”, o sea, personas que puedan envanecerse por pertenecer a la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob, los patriarcas escogidos. Esto significa que, en Cristo, ya no hay diferencias raciales entre los seres humanos.
San Pablo agrega que tampoco hay más “circuncisión” ni “incircuncisión”. La circuncisión era una señal de un pacto religioso. Aquí el mensaje es que, en Cristo, ya no hay diferencias religiosas ni ritos ni sacrificios que valgan algo.
Luego, leemos que en Cristo ya no hay “ni bárbaro, ni escita”. La palabra “bárbaro”se utilizaba en la cultura griega del primer siglo para describir a alguien que hablaba con lenguaje defectuoso, que tartamudeaba. Los griegos describían con esta palabra a quienes no eran griegos porque les parecía que su propio lenguaje y cultura era superior a la de los otros pueblos. El vocablo era sumamente despectivo. El término “escita”describe a los habitantes del norte del Mar Negro y los alrededores del Caspio. Este pueblo era considerado culturalmente inferior, sin cultura ni educación. Usar esta palabra contra alguien era insultarlo como un ignorante y bruto. Con los términos “bárbaro y escita”, Pablo expresó que en Cristo ya no hay, tampoco, diferencias culturales. Todo ser humano es amado, aceptado y valorado por Dios y por sus hermanos más allá de su nivel cultural.
Aún, hay otra diferencia que fue demolida en la comunidad de Cristo, la iglesia. Ya no hay “ni esclavo, ni libre”. En Cristo, todos los hombres son personas dignas, valiosas y merecedoras de todo respeto, porque fueron creadas a la imagen de Dios y están siendo moldeadas en las virtudes de Cristo. En la antigüedad, cuando los hombres eran sometidos como esclavos, perdían su dignidad y condición como personas. Simplemente, eran tratados como cosas y sus amos podían disponer de sus vidas a su antojo. Para Dios, sin embargo, todos los hombres somos iguales y valiosos y así debemos vernos y tratarnos en la iglesia. En Cristo, ya no hay jerarquías, ni “títulos de nobleza” que permitan, a ciertos hombres, presentarse como superiores a sus congéneres.
Pablo cierra la idea de estos versículos diciendo “… que Cristo es el todo, y en todos”. Toda la epístola a los colosenses resalta la idea de la preeminencia y supremacía de Cristo. Aquí, vemos que Cristo también se alza triunfante sobre las diferencias y las discordias humanas. Todo lo que importa es Cristo y ante él deben caer todas las armas empuñadas por partidos y facciones en pugna. ¡Ya no hay lugar para divisiones y rivalidades! Jesucristo compró a la humanidad con su propia sangre, la liberó de su malvada naturaleza pecadora y ahora ha recreado al hombre colocándolo en una nueva comunidad, la iglesia. En la Iglesia, su Espíritu habita y se mueve cubriéndolo todo. Su Espíritu trajo: amor, paz y unión entre los seres humanos. Ahora, la divina persona de Jesucristo debe ser exaltada por todos sus siervos en todo lo que hacen y en todas sus relaciones.
¡Qué la gracia y la paz de Dios sea sobre su vida!
En Cristo, Julio Fernández
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